Mientras nuestro cerebro sea un arcano, el Universo, reflejo de su estructura, será también un misterio
(Santiago Ramón y Cajal)


15 de febrero de 2008

Otra teoría clásica sobre la emoción

La teoría de James-Lange fue puesta en tela de juicio por el psicólogo Walter Cannon (1871-1945) en la tercera década del siglo XX. Este científico criticaba la teoría porque había datos fidedignos que indicaban que algunas personas a las que se les había separado las vísceras del sistema nervioso manifestaban alguna emoción. Además, la teoría de James-Lange era criticable en el sentido siguiente: hay emociones tan distintas como el miedo a un animal dañino y la alegría de un premio millonario en la lotería que producen alteraciones fisiológicas muy parecidas. ¿Cómo es posible, entonces, que los mismos cambios viscerales produzcan emociones tan diferentes? Cannon resuelve la pregunta asignando al cerebro la experiencia de la emoción. Esta hipótesis fue completada y difundida por Bard (1898-1977) y desde entonces se la llama teoría de Cannon-Bard.
En 1929, Bard realizó experimentos con unos gatos y descubrió que, a los que se les había extirpado la corteza cerebral (decorticados), se manifestaban extraordinariamente agresivos ante provocaciones que en animales normales no hubieran surtido efecto alguno; respondían con una rabia intensa atacando en cualquier dirección, no necesariamente hacia el estímulo que provocaba esa respuesta, es decir, los mininos manifestaban una conducta emocional anómala. Así, al tocar ligeramente uno de estos “lindos gatitos” enseñaba los dientes, arqueaba el lomo, etc., todos los signos de un ataque de rabia, pero sin justificación. Finalmente, el animal dejaba de atacar cuando se suprimía el estímulo. Este tipo de respuesta fue denominada rabia aparente o falsa rabia.
Pero lo más importante de este trabajo era que si al realizar la decortización también se eliminaba el hipotálamo, los gatos no presentaban la conducta de rabia aparente. De acuerdo con estos datos, Bard resaltó la importancia del hipotálamo en la conducta agresiva. Además, las lesiones en el hipotálamo en un animal previamente decorticado producen placidez. Quedaba un punto importante que resolver: si el hipotálamo es responsable de la conducta de falsa rabia, ¿para qué sirve entonces la corteza cerebral? Bard responde asignando a la corteza la capacidad de controlar las respuestas emocionales, es decir, la corteza cerebral tendría la función de dirigir e inhibir esta respuesta.
La importancia del hipotálamo en esta emoción fue confirmada en investigaciones posteriores, en las que diversos científicos fueron capaces de crear falsa rabia estimulando eléctricamente, con electrodos, el hipotálamo de distintos animales.
Según la hipótesis de Cannon-Bard, un estímulo capaz de desencadenar una emoción genera dos efectos que no tienen ninguna relación entre sí: por un lado provoca el sentimiento emocional en el cerebro, por otro, produce la manifestación emocional en el sistema nervioso modificando la actividad de algunas vísceras. Esto quiere decir que las emociones son independientes de lo que sucede en las vísceras y en los músculos, exactamente lo contrario de lo postulado por James y Lange. Dicho de otra forma: un estímulo emocional producirá una activación del sistema nervioso autónomo que provocará una serie de cambios en la actividad de ciertas vísceras.